¡Qué alivio! No soy la única que siente ganas de llorar a todas horas, o que duda de su capacidad de ser madre, que siente miedo por lo que llega, incomodidad en mi cuerpo a la vez que agradecimiento por crear esta vida, a veces sentimientos de soledad, a veces me siento más acompañada que nunca, río, lloro, me inquieto, me ilusiono. Te sientes como una verdadera montaña rusa de emociones, tan normal y sano en el embarazo como el hecho de que te crezca la barriga.
Uno de los principales objetivos, o más bien deseos, que me llevaron a embarcarme en este proyecto tan especial fue la necesidad de querer hacer llegar a otras madres la idea de que conectar con los sentimientos y emociones de otras mujeres en su etapa perinatal, resulta sanador y empoderador para nuestra propia maternidad.
Mucho se habla sobre los cambios normales en nuestro cuerpo cuando esperamos un bebé, de las sensaciones corporales que están por llegar, pero poco se habla sobre lo que podemos esperar a nivel emocional y psíquico como parte de un embarazo normal. Eso nos lleva a pasar las noches en vela, leyendo en internet sobre la depresión en el embarazo, depresión posparto, ansiedad, y dándole vueltas a por qué me siento tan aburrida y abrumada cuando por fin llega ese momento tan deseado, ese embarazo. ¿Será que no estoy preparada?
¡Todo lo contrario!, será que tu cerebro y tu mente se están preparando. Al igual que tu cuerpo se prepara y con ello llegan los calambres, las nauseas, las estrías, la ciática, la disfunción del suelo pélvico o la baja presión arterial, por mencionar algunos (que no todas tenemos que pasar por ellos), tu cerebro y tu mente se preparan, y con ello llega la ambivalencia emocional, la transparencia psíquica, y la montaña rusa de emociones. Todos síntomas normales de un embarazo sano, tanto los primeros, como los segundos. Tu cuerpo se prepara, pero tu cerebro también, no esperes que no te lo haga saber. Al igual que notamos los efectos secundarios de nuestro cuerpo preparándose, es normal notar los efectos de nuestro cerebro preparándose.
Sin embargo muchas mujeres no son conscientes de la normalidad de todos estos cambios y reajustes a nivel psicológico que nos preparan para la maternidad, y llegan a patologizar ese embarazo que era perfectamente sano. Si estoy triste ahora que voy a ser madre, será porque no estoy preparada, será porque no seré buena madre, será porque algo no está bien. Y además estos pensamientos persisten de un embarazo a otro, ya que los llevamos de forma privada e íntima sin que nadie nos los ponga en duda.
Entonces ¿qué podemos esperar a nivel psíquico durante un embarazo sano?
Primera etapa: La ambivalencia emocional. Desde la concepción hasta las 18 semanas de gestación, aproximadamente.
Es la primera etapa, dura desde el inicio del embarazo hasta que comienzas a sentir los primeros movimientos de tu bebé, en torno a la semana 18 de embarazo.
Todo lo que conlleva esta etapa se basa en la aparición de nuevas sensaciones, y nuestra capacidad para adaptarnos a ellas. Hay una intensificación de los síntomas físicos del embarazo derivados de los cambios hormonales que se producen en tu cuerpo, puedes sentir somnolencia, el estómago revuelto o nauseas que pueden acentuarse por la gran sensibilidad olfativa que no sabías que eras capaz de desarrollar. Puede que todo esto lo vivas con extrañeza o incluso rechazo –¿así va a ser todo el embarazo?- y esperarás con ansia la mejora de ese malestar.
Por otro lado te surge la incredulidad del embarazo –¿De verdad estoy embarazada?– parece que aún no te lo crees, comienza el temor de que ese embarazo no prospere. Nos remueve el pensar en las próximas metas que queremos alcanzar y que nos mantienen ansiosas: la llegada de la primera ecografía, y con ella la noticia de que todo va bien, la persistencia en la falta de regla, y el aumento de energía para poder seguir con nuestra rutina. Esto nos lleva a vivir esta etapa a veces ansiosas, a veces tranquilas, dependiendo de cada mujer, de su historia, de su recorrido, de la información que le ha llegado durante años sobre lo que puede esperar del embarazo, de nuestra manera de afrontar, en fin, cada embarazo es un mundo, cada mujer y sus vivencias son diferentes y cada una tenemos distintos estilos de afrontamiento.
A nivel emocional cobra protagonismo la ambivalencia emocional. Sin duda nos encontramos en plena fase de adaptación en la que la inestabilidad afectiva es de lo más normal y sano. Es una ambivalencia saludable en la que tenemos altibajos emocionales al pensar en el bebé o en nosotras mismas como madres, oscilando entre la satisfacción existencial y la preocupación por la pérdida de libertad, siendo todo ello expresión de la crisis vital que supone el embarazo, como periodo de cambios en la vida de la mujer y su familia, llevando a una transición a la nueva maternidad (ya sea tanto la nueva maternidad de una madre primeriza, como cada nueva maternidad que nace con cada bebé que aumenta la familia).
Segunda etapa: la elaboración de las representaciones mentales. Desde las 18 semanas hasta las 34 semanas de embarazo, aproximadamente.
Esta etapa se extiende desde las 18 semanas hasta las 34 semanas de embarazo, aproximadamente. En esta etapa todo se estabiliza, mejoran los síntomas del primer trimestre y hay un aumento de energía.
Comenzamos a ser más consciente de la presencia de nuestro bebé, los movimientos son muy evidentes y empezamos a considerarlo como un ser independiente, con entidad propia, además el cambio corporal tan evidente que hemos alcanzado nos recuerda que hay un bebé creciendo bajo nuestra piel, lo que nos lleva a imaginar cómo será, –¿Tendrá mucho pelo? ¿Sacará los ojos de su padre? ¿Qué carácter tendrá?– además de cómo seremos como madres. Y esto ocurre también en el padre, siempre y cuando se involucre lo suficiente en ese embarazo. Son las llamadas representaciones mentales, tan comunes de esta etapa y que van a estar influenciadas por la forma en la que nuestra madre cuidó de nosotras, por la relación de apego con nuestros propios padres, que guiará la construcción de nuestro propio estilo materno.
Sentir esta conexión emocional con el bebé antes de nacer, favorece la vinculación futura con él/ella, siendo esto así tanto en la madre como en el padre, cuanto más pensemos y nos vinculemos emocionalmente con ese bebé que está por llegar, mayor será la interacción y apego tras el nacimiento.
En esta etapa cobra importancia la relación con nuestras propias madres, la mayoría de embarazadas buscarán la posible reconciliación con ellas y con la forma en las cuidaron en su infancia, la forma en la que fueron maternadas. Su entendimiento y asimilación, nos ayuda en la recolocación de la propia infancia para poder establecer nuestro nuevo rol como madres. Parece que sentimos la necesidad de dejar zanjada e interiorizada desde la aceptación nuestro rol como hijas, para poder construir sobre terreno llano, nuestro nuevo rol: el de madre, bien continuando con el modelo materno, o de lo contrario, oponiéndose a él.
Tercera etapa: Fantasías en torno al parto y a la percepción del bebé Recta final, en torno a cuatro semanas antes del parto, aproximadamente.
Coincide con la recta final del embarazo, sobre cuatro semanas antes del parto, aproximadamente. En esta etapa la incomodidad física que podemos sentir nos lleva un estado de cansancio. Son frecuentes los despertares nocturnos, los movimientos son más torpes, y pueden comenzar las primeras contracciones que van preparando nuestro cuerpo para el momento del parto, contracciones de Braxton Hicks.
A nivel psíquico puede aumentar la ansiedad por el parto, apareciendo los miedos y bloqueos que hayamos ido acumulando en nuestro subconsciente a lo largo de nuestra vida en torno al parto. Miedos al dolor, a la incertidumbre de lo nuevo, a la impredecibilidad del parto que tanto hemos oído en nuestro entorno. Toda esta información queda almacenada en nuestro subconsciente impactando en cómo pensamos, cómo nos sentimos y cómo nuestro cuerpo reacciona en el momento del parto.
En esta etapa ya hay una estabilidad en la forma en la que pensamos que es nuestro bebé, en cuanto a su humor, ritmicidad, si será más activo o menos, etc.
Más que preocuparte, cálmate.
Si todas las madres conocieran lo sano que puede ser sentir esta ambivalencia emocional durante el embarazo normal, junto con todos estos cambios a nivel psicológico, podrían descansar mejor, y tomarse su embarazo de una forma más calmada, seguras de sí mismas, conscientes y confiadas en lo maravillosamente perfecto que es su diseño. Esto no hará que los altibajos emocionales sean menores, pero seguro que menos aterradores. Nos ayuda a ser conscientes de que son efectos secundarios normales de los cambios que está haciendo tu cerebro preparándote y especializándote para ser la mejor madre para tu bebé, así que más que preocuparte por ello, cálmate, tu cerebro se vuelve maternal.
Por supuesto este conocimiento nos lleva también a pensar en que si hay algo que se desvía de la normalidad de la que hablamos, cuando la intensidad de cualquier síntoma acaba siendo relevante (tanto físico como psicológico), nos hace ser conscientes para pedir la ayuda. Al igual que sabes que puedes tener una pequeña pérdida de sangre con el proceso de implantación del óvulo en las paredes del útero en las primeras semanas de embarazo, pero un sangrado que te resulte excesivo te llevaría a ponerte en contacto con los profesionales, determinadas emociones y pensamientos que impiden que continuemos con nuestra rutina o que interfieren en nuestra vida de una forma más intrusiva, nos indica que debemos pedir ayuda, hablando con un familiar o directamente con un profesional.
Fuente de la información: Psicología del Embarazo (Patricia Fernández Lorenzo e Ibone Olza).