¡Es normal! Tranquila, forma parte del desarrollo neurobiológico de tu bebé.
Aún necesita seguir madurando se cerebro y regulando otros órganos para ser un poco más independiente de mamá, pero para ello necesita un contacto físico y afectivo muy estrecho contigo, eso será clave para un sano desarrollo.
Pasados estos meses, lo complicado será que tu bebé quiera estar en tus brazos, querrá explorar y conocer el mundo por sí mismo la mayor parte del tiempo, así que, disfrútalo mientras dure (paciencia y calma).
Cuando hablamos de exterogestación, «los segundos nueve meses», «la gestación fuera del útero», «la fase en brazos», resulta imprescindible tener en cuenta los hitos en la evolución de nuestra especie, cómo hemos sobrevivido durante millones de años adaptando nuestras conductas continuamente. Esto tiene aquí un sentido primordial, y es que la exterogestación es un claro ejemplo de ello.
Hace millones de años nuestros ancestros se desplazaban a cuatro patas, hasta que en su lucha por la supervivencia adoptaron una posición erguida sobre sus dos patas traseras, alcanzando el bipedismo. Esto llevó consigo una transformación que influyó no solo en la forma de desplazarnos, sino que supuso toda una adaptación anatómica en la especie, sobretodo respecto a las extremidades y la PELVIS.
Nuestra pelvis pasaría a tener una orientación mucho más vertical, con un inevitable estrechamiento del hueco pélvico que tendría que atravesar el bebé para nacer. Por otro lado nuestro cerebro cada vez era más grande, por lo que la cabecita del bebé lo tendría complicado en su paso por el canal del parto. La solución fue reducir el tiempo de gestación intrauterina, los bebés nacerían antes, mucho más inmaduros e indefensos, por lo tanto, el tiempo de dependencia de las crías aumentaba en la especie humana.
Cuando un bebé nace, tras 38-42 semanas de gestación, lo hace siendo tremendamente inmaduro y dependiente, su maduración cerebral no ha finalizado, de hecho, la mayor parte del neurodesarrollo tendrá lugar fuera del útero, por lo que necesitará unas condiciones muy parecidas a las del vientre materno para desarrollarse de forma óptima. Esos 9 meses representan la llamada exterogestación (gestación fuera del útero). El bebé va a necesitar en torno a 9 meses de contacto estrecho, íntimo y afectivo con la madre, para culminar su desarrollo madurativo. Pasados estos meses, el bebé estará preparado para tener cierta independencia del cuerpo de la madre y comenzar a descubrir el mundo por sí mismo.
Por lo tanto, hablamos de que lo ideal sería imitar el vientre materno todo lo que podamos, es decir, en la medida de lo posible nuestro bebé tiene que sentirse tal y como se sentiría en nuestro vientre, y sabemos que lo más parecido, es la piel de mamá. Aquí dispondrá de calor, protección, alimento, regulación, calma y sobre todo amor.
¿Y cómo puedo ayudar a mi bebé en su EXTEROGESTACIÓN?
Muy fácil, mucho PIEL CON PIEL, todo lo que podamos. Lo que en las primeras semanas sería un contacto piel a piel entre mamá y bebé, luego pasará ser un cuidado en brazos. El porteo (llevar a nuestro bebé en fular o mochilas ergonómicas) puede sernos de gran utilidad, así como la lactancia materna y el colecho, todas ellas implican un contacto estrecho con el bebé. Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal, de la que tantísimo he aprendido, explica que en el caso de que queráis dar biberón, siempre podéis darlo “como si fuera el pecho”, y esto sería clave para asegurar ese contacto estrecho con tu bebé.
Suena quizás estresante, pero la realidad es que gracias a la liberación de oxitocina que el contacto con el bebé provoca en el cerebro materno, prevalecerá la calma y la sensibilización materna hacia las necesidades del bebé. La oxitocina es la hormona del bienestar, liberada en las situaciones más placenteras, hacen que el maternaje surja de forma natural, que fluya, facilitando la conducta maternal y el vínculo entre la madre y su bebé, ¡es todo ventajas!
Por lo tanto favorecer las mejores condiciones, siendo estas las más parecidas al útero materno, optimizará el desarrollo y crecimiento neurobiológico del bebé durante estos 9 meses, teniendo consecuencias muy positivas para el resto de su vida.